jueves, 29 de mayo de 2014

SEXO, MENTIRAS Y FLIRTEO

El romanticismo ya fue. La sinceridad fue ganando terreno en la sociedad. Realities en múltiples formatos, ahora las redes sociales, hacen su aporte para sincerarse y confesar el minuto a minuto de los sentimientos.

Cada vez más gente pugna por conocer la verdad de la milanesa cruda. En el terreno amoroso, la tendencia también viene llamando a las cosas por su nombre. Es típico hoy decirle “te amo” a un hijo; cuando antes se le decía “te quiero”. Padres e hijos usamos el “te amo” genuinamente; ahí no se duda. En cambio cada vez más se dice menos a un amante. Descorrido el velo del amor conyugal, develada la antigua falacia de la incondicionalidad en la pareja, sabemos hoy que hay requisitos que el otro debe cumplir para que el amor siga funcionando. El “te amo” de pareja lleva implícitos puntos suspensivos; te amo mientras me seas fiel, te amo mientras me des la cantidad de hijos que quiero, te amo mientras me acompañes en lo que necesito y no me contradigas, te amo mientras no traigas problemas económicos, te amo mientras me des energía y exclusividad como al principio.

¿Hasta dónde va a llegar la sinceridad? En twitter o facebook la gente bromea con su escasa frecuencia sexual, confiesa amores tórtolos o desamores resentidos, muestra pies enroscados o fotos del desayuno que su amante le trajo a la cama. 



Pero ser sincero entra en conflicto directo con ser romántico. “Miénteme como mienten los boleros”, cantaba Sabina, sincerándose. Mienten las canciones, las películas románticas. Todos lo sabemos pero igual seguimos jugando al juego del romance, porque el que no miente no coge. Los solteros, incluso, deben omitir información, hacer llamadas “de mantenimiento” a sus amantes, seguir regalando cierta energía para que la cosa no se enfríe. Es un “trabajo” que se toman quienes no quieren perder el palenque donde estacionar sus equinos deseos.










Escucho las quejas de muchas mujeres sobre la “histeria” masculina. Considero que el fenómeno de la histeria llegó al varón para quedarse. De hecho, desarrollo el tema en mi libro, cuyo subtítulo es, justamente, “Historias e Histerias Masculinas.” Pero quizá estemos usando mal el término, y esa histeria no sea más que sinceridad. Sinceridad con uno mismo y sus ganas y sus miedos. Los varones veníamos con el mandato de estar “siempre listos” a complacer sexualmente a la mujer que lo requiriera. Y a menor dificultad para el abordaje, mayor la reflexión sobre el deseo de concretarlo.



“Lo invité a cenar a casa. Venimos viéndonos cada tanto. Transamos a veces. Cociné un pollo. Me dice que viene, que mejor no, que me quiere ver, que sí, que no, “ok, ahí voy”. Después me llama que está cansado y no viene. Gato floro. Yo le digo “aflojá, no quiero ser tu novia, somos amigos…” O le doy miedo o se siente ahogado, o no se… Es un histérico.”

No; a ver... Está abriendo el paraguas. Si te ve más veces sabe que va a venir el “nosotros qué somos?” y (tal vez por ahora) no quiere que sean nada más que ese “transamos a veces”. Todos los varones creemos que las mujeres quieren avanzar en la relación; todos creemos que después del sexo ellas van a querer casarse. Es una verdad instalada y de algún lado habrá salido. A las mujeres les da bronca y corren a aclararlo, ofendidas. La cabeza del varón funciona claramente después de tener sexo; la de la mujer, antes. Son mundos antagónicos: el tipo excitado no piensa; es un palomo en celo y puede llegar a decir cualquier cosa. Las mejores poesías, grandes epopeyas o hasta guerras se han desatados por pasiones y pulsión sexual. (¿O debemos llamarlo romanticismo?)

Está bueno ser sincero y decir lo que nos pasa. Tendremos menos romance, sí; pero también menos guerras. 

2 comentarios:

  1. Buenísimo texto. Lo comparto. Especialmente la frase "Está bueno ser sincero y decir lo que nos pasa. Tendremos menos romance, sí; pero también menos guerras.". Pero no olvidar que los hombres no están acostumbrados con mujeres así de sinceras y que cuando las encuentran no saben qué hacer...

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  2. ¡Buenísimo, Pablete! Me encantó por lo filosamente analítico, rigurosamente concreto y crudamente realista. Es una narración ocurrente, graciosa, ingeniosa, chispeante, sutil y perspicaz como muchos de los relatos que solés escribir, pero éste, a mi criterio, es uno de los más brillantes de los últimos tiempos. Capo total.

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